Lo mejor de la Navidad es que muchos volvemos a casa, como el turrón. El caso de Carolina es significativo; una periodista que se marchó a San Francisco, Estados Unidos, y que, cada segundo, vive una aventura distinta. En las aproximadamente doce horas de vuelo de vuelta a España, Carol ha escrito un pedacito del que es su día a día en SF para Viviendo Abroad. Os lo dejamos para que cotilleéis. ¿Sabíais que buscar piso allí es una completa odisea?
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El otro Silicon Valley @Living in San Francisco
«Martes y 13. Sabía que me faltaría ropa que no pude llevar en la maleta, documentación que debería haber cogido y no consideré, pero lo que no pensaba es que debería contar con una guía de supervivencia para vivir en San Francisco. Aterricé un martes y trece: ‘Ni te cases ni te embarques’, pensé, ‘solo es una cifra, no tiene que pasar nada’. Volé durante 20 horas desde Valencia a la costa oeste. Casi un día cruzando el Atlántico y a lo largo de Estados Unidos para alcanzar mi destino. Me dije: ‘Todo está bajo control, esto es pan comido’.
Llegué con miles de ideas en la cabeza, de aspiraciones y deseos para arrasar en la ciudad donde hay 50 eventos al día, donde se mueven los negocios sin pestañear y donde medio mundo convive para trabajar en la ciudad más multicultural del mundo. Pero toda esta energía la olvidé al instante de poner pie en tierra para enfocarme en mi supervivencia. What do you want ma’am? Cuando escuché esto me quedé sorprendida y pensé ‘¿por qué me llaman hombre si soy una mujer?’. Más tarde me dijeron que era la abreviatura de señora.
El idioma fue mi primer problema. Pensaba que controlaba el inglés, pero al instante me di cuenta de que no sabía lo suficiente para enfrentarte con el slam (expresiones locales). Rápidamente me descargué en mi móvil el urban diccionary, una útil herramienta para enfrentarme al día a día, y me apunté a la Universidad de San Francisco, City College, para reforzar mi inglés.
Si la primera barrera era algo de esperar, buscar habitación sería una misión que nunca pensé que sería tan complicada. San Francisco es la ciudad más cara de Estados Unidos, ya ha superado a New York, Chicago y Washington. El ranking medio de una habitación son 1.000 dólares y quién decide dormir en San Francisco tiene que sudar la gota gorda y estar preparado para acudir a los Open house; días en los que una habitación está disponible y debes pelearte con el resto de interesados.
‘Soy simpática, sociable, me encanta conversar, cocinar y compartir mis platos con mis compañeros. Os puedo enseñar a cocinar tortilla de patatas. Disfruto de la música, pero soy una persona tranquila y no me llevo los problemas a casa. Bailo sevillanas y me encantaría daros clase’. Así tuve que venderme para encontrar casa. Quien es serio, poco sociable o un desastre en las labores de hogar, tiene difícil, por no decir imposible, encontrar una habitación.
En los ocho meses que llevo aquí he vivido en seis casas y me he tenido que enfrentar a un proceso de selección más complicado que el de buscar trabajo. Mi primera casa fue la de una amiga, 15 días en Sausalito para aclimatarme y organizarme justo a mi llegada. En la segunda estuve tres meses, pero tuve que dejarla porque la propietaria se quedó embarazada y su madre vino desde Irán para ayudarle durante la gestación y ocupó mi habitación. Una situación que me pilló por sorpresa y no tuve tiempo de encontrar nada limpio, económico y con compañeros de piso cuerdos, por eso tuve que vivir en los llamados sublets, alojamientos que se alquilan mientras la dueña está de vacaciones.
La cuarta fue mi mejor y auténtica casa. Una vivienda victoriana de finales del siglo XIX ubicada en el corazón del barrio más hippy de San Francisco: Haight with Ashbury. Un enclave histórico y donde se desencadenó el verano del amor. Allí viví tres meses con tres chicos. Pero eso sí, tuve que pasar por un duro proceso de selección. Un centenar de personas solicitaron vivir en esta casa, cuartel en los años 40 de los Hells Angel. Un punto de visita obligatoria del barrio hippy.
Como yo, más de 100 personas deseaban vivir allí. Los inquilinos entrevistaron a 50 personas y finalmente me eligieron a mi. Viví tres meses encantada como si fuera Escarlata O’hara y fotografiando a todos los turistas que acudían a mi escalinata. Desgraciadamente tuve que dejarla porque la propietaria decidió venderla y nos obligó a marcharnos. Nuevo imprevisto que me forzó a buscar desesperadamente un hogar. Encontré otro sublet en Sunset, junto al Océano Pacífico, aislada de la civilización y a una hora de distancia del centro.
Sin descanso y horas pegada al ordenador no cesé de mandar miles de correos a la website más demandada en San Francisco, Craiglist, el mayor buscador y donde todo el mundo cuelga su anuncio para buscar inquilino o demandar habitación. Un non stop agotador y miles de visitas en lugares terribles, sucios, con inquilinos extraños o situaciones poco entendibles, a pesar de mi mente abierta, como vivir en un salón con una cortina como puerta por 1.000 dólares al mes.
Finalmente encontré mi hogar y que espero que así sea por un largo tiempo. Un apartamento, en un complejo residencial y a dos pasos del Bay Bridge. Unas vistas privilegiadas y donde confío permanecer una larga temporada.
Con la sensación de ser el baúl de Conchita Piquer, todas estas experiencias, sin duda, me han ayudado a conocer la ciudad de un extremo al otro, la multitud de diferentes combinaciones de transporte público y distintas formas de vivir. Vivir ocho meses en el extranjero equivale a ocho años de experiencias contadas capítulo a capítulo y otras más que me pasarán mientras viva en el extranjero.
¿Me quieres seguir y te las cuento? Aquí.»
(Fotografía tomada en 750 Hashbury Street, San Francisco, California, Estados Unidos)