Segovia: cochinillo, ponche y mucha carretera

-¿Por qué no vamos a Salamanca?/-No, que queda un poco lejos para ir en coche/-¿Y qué tal Segovia? (conversación con una amiga). Y yo me pregunté: Qué habrá en Segovia además del acueducto. Pues una ciudad encantadora, una comida exquisita y una catedral que quita el hipo. Ah, y un acueducto impresionante. Este road trip se titula: Cochinillo, ponche y mucha carretera.

Carretera i manta, que dicen en mi pueblo cuando alguien emprende un viaje. Marta, Ilaria y Agnés. Nos separan unas cuatro horas de Segovia. Vamos en coche y yo soy la única conductora en activo. Es un reto, pero llevo agua de sobra y también unos donuts de chocolate y otras delicias por si hay algún incidente, o por si hay que parar adrede a comerlos, para que engañar al lector. Nos separan cuatro horas…que al final son seis. Pero dicen que el camino es más importante que la meta, y doy fe, otra vez. Recorremos prácticamente España, de punta a punta. Pasamos de una estampa montañosa, a molinos de viento manchegos, para acabar en una noche cuyo negro solamente se deslumbra con el blanco de las montañas. Impresiona.

Llegamos a Segovia. Es viernes y una hora bastante prudente. Ni la lluvia ni la nieve nos reciben, por fortuna; solamente algo de viento. Nada que no se supere. El hostal que va a abrirnos sus puertas está perfectamente ubicado, muy cerca del acueducto. Tiene un aire de casa rural y una cafetería al lado donde elaboran la mejor repostería del mundo entero o, sin exagerar, al menos, de Segovia.

 

Pero volvamos: el acueducto nos deja sorprendidas. A una porque viene de Suecia, pero para la otra, que vive y presume siempre de Roma, no hay justificación. Ilaria se enamora. La parte externa que transporta el agua, todavía a día de hoy, se alza sin complejos y sin cemento en mitad de una ciudad que resulta ser más grande de lo que imaginaba. Los coches ya no pasan por debajo de sus arcos, pero los peatones sí. Esa misma noche ya conocemos, además de este encanto que es Patrimonio de la Humanidad, a los pies de la sierra de Guadarrama, su Plaza Mayor y sus camareros estilo «botones» de hotel.

Un sábado segoviano

La mañana del sábado y la ducha calda vaticinan un día espléndido, y de mucho caminar. Después de corretear por las callejuelas céntricas de Segovia, entramos a conocer la Catedral de Santa María, la última de estilo gótico, que ya deja ojiplático con su imponente fachada. Amor, amor a primera vista. Muchas capillas, sí, pero personalmente quedo impresionada por el techo y las trenzas de sus cúpulas. Me recuesto en un banco de la catedral y las contemplo mientras espero a Agnes e Ilaria.

 

El resto del sábado se resume en chorizo de Cantimpalos, queso de cabra, cochinillo y ponche. Y también vino, de todos los colores y de los que los sacan (léase entre líneas). Después de visitar el Alcázar, castillo de cuento de caballeros, de geniales vistas pero sin dragones ni cocodrilos, nos metemos en el Museo Gastronómico de la ciudad. Más tarde, cenaremos un cochinillo orgásmico, con una carne tierna hasta más no poder y una piel muy sabrosa. No, no en Cándido, sino en José María, un magnífico restaurante, nada turístico, de una calidad y servicios insuperables.

 

Del resto, recuerdo los garbanzos castellanos con chipironcitos y la visita imprescindible a La Granja. Y colores rojos, aire muy puro y mucha historia. Y una experiencia para olvidar lo que no te deja seguir hacia adelante, también.

Imágenes por Ilaria, Agnes y Marta

 

marta

Premio Extraordinario de Periodismo. Escritora de vocación. Italiano, inglés, castellano, catalán y "un petit peu" de francés. Content writer (cultura y viajes). Antes, El Periódico de Catalunya y el Diario Información. Conocimientos de SEO.
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