Hay varias cosas que recuerdo de Cerdeña, en Italia, la preciosa segunda isla por tamaño del Mediterráneo, la octava de Europa y la cuadragésimo octava del mundo, según Wikipedia. Y digo recuerdo porque, desde 2009 hasta 2015, han pasado seis años del maravilloso viaje, mi viaje, EL viaje. Cerdeña es otra Italia: se come deliciosamente, se disfruta de la pureza y la virginidad de una isla, y, sobre todo, sus playas. Se dice que es el segundo Caribe, donde se ruedan todas aquellas películas que se querrían rodar en la ensalzada isla de América pero que, por presupuesto, se graban en Europa. Esta es una de las razones por las que propongo Cerdeña como destino para el próximo puente de mayo.
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Hace seis años que estuve con dos amigas en Cerdeña, aprovechando un Erasmus en Italia y una oferta de Ryanair buenísima, precisamente, para el puente de mayo. Cogimos un vuelo a Cagliari, en el sur de la preciosa isla. Una vez allí, también escapamos a Carloforte, una isla dentro de esta impresionante isla italiana. Nuestro viaje se enmarca en el estilo mochilero moderno y, ojo, barato: largas horas de autobús hasta llegar a Villasimius, baños en zonas prohibidas, camping sin agua potable durante toda una noche y saltarnos la regla que prohibe hacer autostop en Italia y, especialmente, en el sur. Ah, y muchos sándwiches de jamón.
Viajar a Cerdeña y dormir por las playas, o que una familia sarda nos invitara a comer un día, así, repentinamente -y por suerte para nuestros estómagos-, fue un logro. Todavía conservo la chapa del escudo, con una especie de cuatro piratas. Resultó ser un aprendizaje y así descubrí la grandeza que es no tener todo planificado en la vida o, al menos, en los viajes. ¿Lo de beber agua del mar durante toda una noche, después de un largo día? No, no fue especialmente una experiencia excitante, pero valió la pena. En mayo, Cerdeña estaba vacía y este camping permitía acampar justo al lado de la orilla del mar, por lo que dormimos escuchando el romper de las olas. El viaje a Villasimius fue otra hazaña: cogimos un autobús con aspecto fantasma que no sabíamos dónde nos iba a llevar, aprovechamos para dormir las horas acumuladas del día anterior y llegamos, después de muchas curvas tomadas a una velocidad de infarto -cabe señalar que íbamos por un acantilado afiladísimo- a una playa paradisíaca, bastante llana y extensa. Las sensaciones eran libertad, infinidad, humildad, vegetación, por este orden.
Desde que estuve en Cerdeña amo los pueblos de pescadores (pescado inclusive), las playas por descubrir y la improvisación. Os dejo con una foto para ir abriendo boca. ¡Feliz puente de mayo en Italia!
Imágenes por Marta Rosella, autora del post, Elsa y Ondina (protagonistas).