«¿Qué te pareció Oporto?«. Pues no lo sé exactamente. Quizá es porque acabo de aterrizar, pero del mismo modo que Italia es sinónimo de «belleza», San Francisco (USA) de «locura» y películas de Tarantino a mogollón, Oporto, Porto en la lengua del país, Portugal, me produjo inquietud. La experiencia ha sido muy grata; la ciudad, una mezcla de pobreza-incipiente turismo, muy buena gastronomía y unos aires británicos afrancesados, tal vez, que curten la piel de sus locales, no tan similares a los españoles, me ha dejado sin palabras. Así que este post se lo dedico, precisamente, a la «indefinición», que para nada es sinónimo de «indiferencia». Aquí van las notas que tomé en mi cuaderno de viaje a modo de curiosidades, algún que otro sustillo repentino, en formato chiste y alguna que otra terapéutica -viajaba sola y a un prestigioso festival de lindy hop-. Que lo disfruten.
—
De miércoles a domingo, por orden cronólogico, de importancia, y alternando el color de los bolígrafos. Aquí va mi experiencia sobre Oporto, la ciudad ‘encuestada’, que descolocó, como muchos de mis viajes sin compañía, todo mi mundo
-Faltan cinco minutos para que tu amigo venga a recogerte para marcharte al aeropuerto. Cremallera abierta. Trasvase de enseres a mi maleta preferida. ¡Todo cabe!
-«Hola, es para una encuesta del Ministerio. (Tras varias preguntas) ¿Viajas sola?». Respondo con un «sí». La chica sonríe, a modo de «valiente», y yo me emociono y lloro un poquito.
-Ningún problema en el viaje con el avión. Después del problema de Praga, donde tuve que renovar mi DNI en 10 minutos porque estaba caducado, y aún así cogí el vuelo, o Pisa, cuando una amable azafata me hizo abrir el equipaje de mano en la cola de la entrada trasera -una vez estábamos todos ya subiendo al avión para proceder con el efecto embudo-, para, sencillamente, decirme que la volviera a cerrar…Portugal era más que pan comido.
-Lo primero que escucho en portugués es la pronunciación del número veintidós y obrigado. Me quedo muda, porque no sé decir «de nada», y me propongo seriamente mejorar mi comunicación en este idioma.
-No hay problemas en el horario de llegada, ni en Ryanair son unos incompetentes -al menos, no por este motivo-. En Portugal hay una hora menos.
(pensamiento suelto) «Solo una persona que sabe lo que se cuece detrás de las noticias se atreve con todo a pesar del panorama que intentan vender, precisamente porque está cerca de la verdad»
-«El café da mal aliento, pero de algo hay que morir», pienso.
-Me siento ingeniosa y segura, y sin patrocinar a Evax.
-La verdad es que la esencia del café, volviendo a lo de antes, y de la vida, es hacer lo que te mande la real gana.
-(dibujos de moscas por el olor en el espacio). Pienso en Friends y el famoso Smelly cat.
–Me topo con el Mercado de Bolhão, bendita curiosidad. Una señora que me vende unas flores preciosas, mete su mano, con claras uñas negras, en mi bolso, para ayudarme a guardarlas. La flor que debo recordar se pronuncia algo así como irvillesch.
-Antes de llegar a la Tourist Info me encuentro con el presidente, el alcalde, de Oporto, Rui Moreira. La chica que me guía esta vez, una local, se emociona. Aprendo las exclamaciones y onomatopeyas portuguesas más variadas en cuestión de dos minutos. Ella se llama Tatiana.
-Mi radio matutina de cabecera va a ser Radio 5 Oporto.
-Tengo varios objetivos que afloran: bailar flamenco algún día. En Oporto, escuchar el Fado, ir a la Casa de la Música (no iré), asomarme al Festival Gastronómico y llegar a Faz do Douro. El pateo del primer día ya es considerable.
(pensamiento suelto) «Todo lo que decidas está bien. Márcate tu ritmo»
-¡Portonic!
(pensamiento suelto) «Hace tiempo que no te escribo»
-Empieza mi contacto con la gente del festival, el Hard Club y los bailes. Bailo el mejor rock and roll de mi vida con un británico de setenta años, o más. El primero que me saca a bailar en escocés.
-La Librería Lello me recuerda a La Cité de Florencia.
-Las ventajas de viajar sola: recrearse, miradas furtivas, reírse sola (autobús), conocer a mucha gente.
(pensamiento suelto) «Decir no a algo, de vez en cuando, es un gustazo»