marta 
Tres mosqueteros del lindy hop que se apuntan a una escapada improvisada. Decisión: el jueves. Destino: Madrid (España). Salida (con bastante retraso): el viernes. Dos días dan para mucho; como para encontrarse con Clara Lago y Quim Gutiérrez (Ocho apellidos vascos) y ver salir de una especie de piso franco a Santiago Segura y José Mota. True story resumida en famoseo, gastronomía, callejeo y alcohol. Sin mezclar.
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Hace un par de viernes, Jordi (uno de mis compañeros de acrobacias en el ahora tan de moda «lindy hop», conocido como «swing») y yo nos dirigimos a todo trapo hasta Madrid (España), una capital que tengo muy vista últimamente, pero de la que nunca me canso. Allí nos esperaba un fin de semana intenso y una fiesta lindy hoppera que nunca sucedió, al menos en nuestras realidades. A cambio, pateo por el centro de Madrid (Malasaña, Fuencarral), sábado con sabor asturiano y domingo callejero por Lavapiés con la visita de Elena, sin olvidar el diagnóstico anual de mi tan estimado rastro. Buen cambio, sin duda.
El viernes -creo que no he mencionado que me encantan los viernes-, Pilar nos esperaba en el apartamento que alquiló por una semanita en pleno centro de Madrid, junto a Gran Vía. El trayecto hasta la capital fue genial.
Ya estábamos allí. La cena fue estupenda. Por fin, ese ambiente tan variado, las calles repletas…Y unas barrigas más que listas para engullir lo que el centro de Madrid nos preparase. Primero, una caña en un local con claro horror vacui; de segundo, unas pizzas en un local más que agradable, Mastropiero.
It’s a must en Madrid: The Passenger, Le Pain Quotidien y restaurante Esteban
1. La noche del primer día transcurrió por Malasaña, y la parada imprescindible estuvo clara: The Passenger. Para nosotros fue exactamente eso, un lugar de paso, donde nos cruzamos con los protagonistas de la taquillera Ocho apellidos vascos. Tuve la ocasión de probar el ron canario, el Arehucas, gracias a la recomendación de una clienta de las islas.
2. A pesar de que el día grande fue, sin duda, el sábado -todavía me chupo los dedos hasta de los pies tras aterrizar en el restaurante del Centro Asturiano de Madrid y me sorprendo de cruzarme por segunda vez con José Mota y, por primera, con el fantástico Santiago Segura-, el domingo nos dimos un gran gustazo.
«Era tan simple lo que quería: pan, abundante y sano, con una rebanada firme y una buena corteza. Alain Coumont aprendió sobre el pan desde niño, se subía a una silla y observaba a su abuela hacer pan cada domingo. Cuando era un joven chef en Bruselas, Alain no lograba encontrar el pan adecuado para su restaurante. Apasionado por la calidad, volvió a sus raíces y abrió una pequeña panadería donde podía amasar harina, sal y agua y convertirlo en las rebanadas rústicas de pan de su niñez. «Le Pain Quotidien» fue el nombre que le puso a su panadería. Nunca antes había estado en un lugar de estas características. Y allí lo teníamos, justo al lado de Callao. Le Pain Quotidien es un espacio acogedor en pleno barullo, donde todo el mundo debería parar.
3. Una cesta repleta de varios tipos de panes, un maratón, un concurso de bandas de rock y unos cuantos kilómetros después (Sol, Lavapiés, el rastro…), llegamos al que se iba a convertir en mi tercera recomendación, esta vez, en el barrio de la Latina: el restaurante Enrique. Pasamos unas horas muy agradables junto a mi amiga madrileña-casi-recién-llegada-de-Canadá, Elena, y la ración de «matrimonio» (anchoas con boquerones), huevos rotos y gambas al ajillo (un poco picantes).
El par de cookies que me comí, junto a la degustación de ostras francesas (tengo que decir que saben como uno de esos tragos de agua de mar cuando eres niño), puso el colofón a este fin de semana gastronómico en Madrid.
(Imágenes: Marta Rosella)
