—
Acabo de llegar de Cracovia, más física que mentalmente todavía, donde he pasado tres, casi cuatro, días respirando historia y bailando swing con algunos de los componentes de la escuela Black Bottom de Valencia. ¿El motivo? El Dragon Swing Festival de Lindy Hop, que se ha desarrollado del 19 al 23 de este mes de noviembre. “Dragon”, por la leyenda de este animal, que amenazaba a los habitantes del lugar y que mató el rey que da nombre a la ciudad. Hemos tenido la oportunidad de seguir de cerca el estilo lindy que se marca Europa del este, en concreto Polonia, compartir pista con el bailarín argentino Marcos Agote y el belga Joris Focquaert, entre otros, además de sumergirnos 125 metros bajo tierra, hasta las minas de sal de Wieliczka, para asistir a una fiesta al más puro estilo vintage. Los pies hablan por sí solos, y que nos quiten lo bailao.
—
Frío y humedad, pero no tanto como esperábamos. Calles por asfaltar, decadencia sostenida, Żurek, zloty, pierogi. Vestidos, peinados retro, tirantes, tupés, sombreros…El reloj se ha vuelto loco de nuevo intentando mover sus manecillas hasta llegar muy atrás, para eso de los años veinte. Polonia es un país que, para bien o para mal, no necesita demasiado desplazamiento físico. Sus rincones tienen claro en qué parte del manual de historia ha quedado el punto de libro. Los bailarines de lindy tampoco parecen haberse movido ni en el tiempo ni en el espacio: las ondas, la elegancia, los zapatos, y el estilo sobre todo, son atemporales. Se conservan y se airean presumidamente cualquier sábado normal en cualquier cena corriente de la ciudad cracoviense, por lo que nos han contado. Para ellos, el lindy hop no es un disfraz. Y esta autenticidad es increíblemente cierta y buscada casi tanto como el alquimista.
No somos profesionales…y, muchas veces, creo que por eso disfrutamos tanto de esto. Los chicos y chicas de Valencia -Antonio y Néstor, leaders; María, Verónica, Paula, Cristina, Delia, Luvia, followers- y la que escribe, yo misma, Marta, del grupo Little Black Alcoy Lindy Hop, hemos estado en el Dragon Swing Festival. Y lo que hemos aprendido moviéndonos, mirando, riendo, escuchando, no se puede explicar, solamente bailar. –Lo intento-. Competiciones de Jack n Jill, Jack n Jill advanced, strictly lindy y solo Charleston. Música en vivo, colores, vodka, piwo o su traducción por cerveza (con miel). El viernes pasado, el equipo lindy-Kraków, como lo apodamos, llegaba a la calle impronunciable de cerca de la estación de la ciudad polaca y empezaba su aventura denominada “Frilovia”, de amor libre (“free-love”), después “Frikówia”. Anécdotas. Rápidamente, nos cambiamos de ropa y nos enfundamos en motas, medias, boinas, trenzas, tacones no muy vertiginosos. Y en una buena actitud que nos ha acompañado durante toda la expedición. La primera noche bailamos en la especie de granja-restaurante Stara Zajezdnia Kraków. La verdad es que alucinamos con la elegancia en los pasos y la dedicación de los bailarines. Parecía una escena de la película El Gran Gastby.
El sábado, después de un día perfecto de turismo y gastronomía polaca, el Dragon Swing Festival tenía pensada una fiesta a lo grande en las minas de sal de Wieliczka (fotografía anterior). Hasta allí nos desplazamos con un autobús gratuito habilitado por la organización, y descendimos 125 metros en los ascensores custodiados por los mismos mineros. De 23 a 1 horas de la madrugada estuvimos, literalmente, encerrados y pataleando lindy, ya que se nos prohibía salir por motivos técnicos. El lenguaje universal del baile nos acercó a bailarines de distintas nacionalidades: griegos, polacos, alemanes, camboyanos, italianos, belgas. Claro que los invité a Alcoy. Lo que puedo contar desde mi lupa y desde la silla donde reposaba mi pie cansado es una explosión de movimiento y emoción compartida pero a la vez integrada individualmente, trajes variopintos, sonrisas inexplicables, payasadas inmejorables, mucho flirteo entre bailarines, egos, felicidad…Insaciabilidad. Exacto. Volvemos con la maleta llena de vodkas, postales de la calle Josefá en el barrio judío, imanes, algunos pendientes y algún anillo. Pero no estamos saciados del todo, como debe de ser. Las pilas están más cargadas y los tobillos reforzados para seguir amando este baile que ha de pelear, sobre todo, por su libertad, energía y humildad. Así se hace historia y así se camina con rumbo. Viva Polonia y larga vida al lindy hop en Europa. Una experiencia única.
Torino Swing Festival, la experiencia italiana
La verdad es que este es mi segundo festival internacional de lindy hop. El primero al que asistí fue al Torino Swing Festival, con mis compañeros y amigos de Little Black Lindy Hop. Elisabet (la profe), Jordi, Pilar, Marcos, Rubén, María, Isabel. Pere y Genny nos esperaban allí, en Turín , Italia. Fueron clases durísimas en las que aprendimos de los mejores. Tuve la gran oportunidad de poder bailar con el increíble Ryan Francois, performer en la BBC Television y coreógrafo de la película de las películas, Los Rebeldes del Swing (Swing Kids). Desde ese día en el que entrenamos y dejar fluir a nuestros pies, ninguno de los que fuimos camina igual, como ya nos habían avisado. Fuera bromas.
(Fotografías de @Marieta Marieta y @Marta Rosella)
*Artículo publicado en el periódico El Nostre.
!Que bonito estilo escribiendo! Transportada a Polonia como en un novela. ¡Bravo por el swing!